¿Por qué repito los mismos patrones en mis relaciones?

Es una pregunta que muchas personas se hacen en algún momento de su vida: “¿Por qué siempre termino en la misma clase de relación? ¿Por qué, a pesar de querer algo diferente, termino repitiendo patrones que me hacen sufrir?”

La respuesta, aunque no siempre sencilla, suele encontrarse en nuestra historia temprana de apego y en las formas en que aprendimos a relacionarnos con el mundo y con las personas importantes para nosotros.

El apego: el mapa emocional de nuestras relaciones

Desde bebés, nuestras primeras relaciones —normalmente con nuestros cuidadores principales— crean un mapa emocional que nos guía sobre qué esperar de los vínculos. Este mapa se llama estilo de apego y se forma a partir de la calidad de esas primeras interacciones.

Si el entorno fue seguro, consistente y amoroso, probablemente desarrollamos un apego seguro, que nos permite confiar, pedir ayuda y regular nuestras emociones de forma saludable en la adultez. Pero si el apego fue inseguro —por ejemplo, debido a cuidados inconsistentes, negligencia emocional, rechazo o excesiva exigencia—, nuestro sistema afectivo se adapta creando patrones de conducta para sobrevivir emocionalmente.

Estos patrones pueden manifestarse en la adultez como miedo al abandono, dificultad para expresar emociones, dependencia afectiva, evitación, celos intensos, o repetir relaciones conflictivas que parecen “familiarmente conocidas”, aunque dañinas

¿Por qué repetimos patrones?

El cerebro busca la familiaridad porque, aunque una relación sea dolorosa, esa forma de vincularnos es lo que nuestro sistema reconoce como “normal”. Es una manera de intentar resolver o dominar experiencias pasadas no integradas.

Repetir esos patrones nos da una falsa sensación de control o protección: por ejemplo, evitar la intimidad para no sufrir rechazo, o aferrarnos a alguien que no está disponible emocionalmente para no sentirnos solos. Esto sucede, muchas veces, sin que seamos conscientes de por qué lo hacemos.

El trabajo terapéutico para transformar el ciclo

Reconocer estos patrones es el primer paso para romper el ciclo. En terapia, trabajamos para que puedas entender tu historia afectiva y cómo ésta impacta en tus relaciones presentes. Aquí es donde el enfoque del apego es fundamental: al identificar tu estilo de apego y sus raíces, puedes empezar a desarrollar una nueva forma de vincularte basada en la seguridad emocional.

La terapia EMDR complementa este proceso al permitir reprocesar las experiencias traumáticas o emocionalmente dolorosas que quedaron “atascadas” en el sistema nervioso. A través de este método, se facilita que tu cerebro integre esas memorias desde un lugar más adaptativo, disminuyendo la intensidad de las emociones negativas asociadas y abriendo espacio para nuevas formas de sentir y actuar.

Además, la relación terapéutica en sí misma puede ser una experiencia reparadora: al establecer un vínculo de confianza y contención, puedes experimentar por primera vez lo que es una relación segura, y eso te da herramientas para buscar o construir vínculos más saludables fuera de la terapia.

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